El mayor foro medioambiental de la Comisión Europea liga al reciclaje la competitividad industrial del continente en plena lucha interna alrededor de la agenda climática Leer
El mayor foro medioambiental de la Comisión Europea liga al reciclaje la competitividad industrial del continente en plena lucha interna alrededor de la agenda climática Leer
«Turn trush into cash». Convertir la basura en dinero. Es la renovada obsesión de la sección más verde de la Comisión Europea. Así lo expresó Jessica Roswall, comisaria de Medioambiente, en el mayor foro de debate europeo sobre políticas ambientales, la Green Week, que se ha celebrado esta semana en Bruselas. La cita, que arrancó en el 2010, ha evidenciado este año que la Unión Europea se resiste a claudicar de sus objetivos climáticos. Pero también que en la capital de Europa está tomando forma un nuevo ecologismo. Uno que habla más de cifras, de autonomía estratégica y de competitividad económica, y que ve en los residuos una baza geopolítica.. «No queremos depender de otros países para obtener recursos que no tenemos, especialmente ahora, en medio de la incertidumbre geopolítica actual», reafirmó Roswall, quien recordó que la UE consume cada año miles de millones de toneladas de materias primas para alimentar sus 27 economías. «Gran parte de ellas proviene de recursos propios, pero muchos de los materiales más valiosos vienen del extranjero. Lamentablemente, gran parte de ellos acaban siendo basura. Solo el 12% de todos los materiales que utilizamos proceden del reciclaje», detalló. El objetivo de Europa es duplicar esta cifra para 2030, y, lo más difícil, hacerlo mientras sus empresas recuperan terreno frente a sus competidores foráneos.. Nadie en Bruselas escondió el desafío. Los últimos datos de Eurostat reflejan que la dependencia de la UE a las importaciones materiales, es decir, la exposición de la economía comunitaria a las compras del exterior; se situó de media en el 22% en 2023, último ejercicio con datos disponibles. España ocupa el octavo lugar por la cola, con el 42%. Su dependencia exterior es menor que la de mercados semejantes como el italiano (48%), pero sobrepasa la de otros países del entorno como Portugal (29,6%) o Francia (35,3%). Ni nuestro país ni el conjunto de los Veintisiete han conseguido reducir apenas su adicción a las importaciones exteriores en la última década.. Ahora más que nunca, tras la tormenta comercial desatada por Donald Trump, Europa quiere desacoplar su crecimiento de los países exportadores dándole una segunda vida a sus deshechos, principalmente, a aquellos que contienen materiales estratégicos para sectores que vertebran la economía europea, como la tecnología, la defensa, la energía o la automoción. En concreto, minerales críticos, como el cobre, el níquel o las tierras raras, una serie de elementos cuya cadena mundial de procesado y refinado concentra China casi al 100%.. En su búsqueda de más autonomía, algunos de los buques insignia de la economía europea están incorporando el reciclaje a sus planes estratégicos. Es el caso de Renault. «Éramos soberanos con el motor de combustión porque Europa era la nave nodriza, éramos el mercado madre y los ingenieros de la industria estaban aquí desde principios del siglo pasado… pero esto no es así con el vehículo eléctrico, ya no somos dueños de nuestra casa», condensó Cléa Martinet, directora de Desarrollo Sostenible del grupo francés.. En pantalla, la comisaria Roswall en la Green Week 2025 en Bruselas.. El 70% del cobalto se concentra en República Democrática del Congo, el níquel está masivamente concentrado en Indonesia y el grafito, esencial para la fabricación de baterías de los coches eléctricos se refina en un 90% en China. «La geografía no miente. Si en Europa queremos recuperar cierta independencia y resiliencia necesitamos esos circuitos cortos y cerrados, porque contamos con una enorme flota de vehículos eléctricos en circulación. Y, por lo tanto, tenemos enormes cantidades de minerales en las baterías de nuestras flotas que se pueden reciclar y necesitamos una industria que lo haga», sugirió.. «Siempre se puede extraer más valor». Fue uno de los mantras más repetidos en la Green Week europea, que desde 2010 reúne cada año a altos mandatarios, empresas y ONG para debatir y marcar el paso de las políticas ambientales de Europa. El mensaje explica bien la época dorada que vive el negocio de la basura.. Los reyes del dinero avistaron la oportunidad ya a finales de la pandemia, cuando las interrupciones en las cadenas de suministro mundiales recordaron a Europa su gigantesca dependencia exterior. Ferrovial vendió en 2021 por más de 1.133 millones de euros su división medioambiental (recogida, tratamiento y reciclaje de residuos) a PreZero, una empresa del grupo alemán Schwarz, dueño de Lidl. Ese año, el inversor asiático China Tianying vendió Urbaser, compañía española de tratamiento de residuos, por 3.500 millones al fondo estadounidense Platinum Equity.. Ahora, Bruselas está dando nuevas señales de impulso, al situar la gestión de residuos en el centro de su nueva agenda verde. «Hace unos años nadie quería hablar de basura, ahora el sector está de moda», celebran fuentes empresariales. El mercado es el termómetro. La venta de Urbaser ha vuelto a colarse en las quinielas de los grandes fondos de inversor este 2025. Solo cuatro años después de su último cambio de manos, la puja ha subido hasta situar el precio de venta de la compañía en alrededor de 5.500 millones.. Pero la realidad es tozuda. Los materiales que salen de las plantas de reciclado, los frutos de esa economía circular a la que aspira Europa, son demasiado caros, mucho más que las materias primas vírgenes. ¿Por qué? «Sus externalidades negativas, su impacto medioambiental, son daños que se quedan fuera de la UE y que no se incorporan al precio que paga el consumidor», enfatizó Heather Grabbe, investigadora principal del instituto Bruegel, el mayor think tank bruselense, y profesora visitante en el University College de Londres. «Europa debe internacional esas externalidades reflejándolas en los precios porque obtendríamos más reciclaje, en particular de las materias primas críticas, que son las que más preocupan», sentenció.. Grabbe insistió en las oportunidades comerciales de la economía circular. «La ventaja competitiva de las empresas europeas, donde pueden ser realmente competitivas, es en la producción de bienes y servicios duraderos y eficientes; no en actividades que exijan un uso intensivo de recursos, porque aquí no los tenemos». Pero recordó que más allá de que las cuentas salgan,, para Europa esto es «un problema de seguridad económica». «Gran parte de nuestra economía se basa en la extracción de recursos en otras partes del mundo a unos niveles que ya sobrepasan la capacidad de sustento del planeta. Por lo tanto, toda la economía se verá afectada si continuamos a este ritmo. De la naturaleza depende directamente la mitad del PIB mundial, unos 50 billones de dólares… y el resto depende de esta indirectamente».. La Comisión espera mejorar la brecha de competitividad frente a países low cost y elevar el consumo de productos reciclados con la futura Ley de Economía Circular. «Se aprobará en 2026 y con ella queremos crear un mercado único para productos y servicios circulares. Estos y los residuos podrán circular libremente por todo el mercado de la UE. Es nuestra oportunidad de convertir la basura en dinero y los residuos en riqueza. Queremos poner materiales reciclados de alta calidad a disposición de nuestras industrias, estimular la demanda de materiales y productos secundarios [recuperados o reciclados] y simplificar los procedimientos para reducir la carga administrativa», se comprometió la comisaria Rosewall.. La apuesta de Bruselas por la economía circular lleva implícito un aviso a navegantes para los Veintisiete. Muchos de los países miembros siguen siendo adictos al vertedero, entre ellos España, pese a que esa debe ser la última opción en la gestión del residuo, según la hoja de ruta europea.. Europa generó 651 millones de toneladas de residuos en 2022, según los últimos datos de Eurostat. Recicló el 56,3% del total, extrayendo un valor a sus residuos de dos euros por kilogramo, 2,5 veces la media mundial. Son cifras de las que ninguna otra región del mundo puede presumir. Pero también hay indicadores que demuestran que la circularidad no despega en el Viejo Continente.. El uso de materiales por parte de la economía de la UE que se origina como material reciclado ha aumentado muy lentamente en los últimos 12 años y, prácticamente, se ha estancado desde 2016. Tampoco ha logrado cambios drásticos en su huella material, que es la cantidad de materia prima extraída para alimentar una economía. Desde 2010, eso sí, 15 países la han reducido su huella, entre ellos España, que junto a Países Bajos lidera el recorte con más de un 30%.. El otro problema son los vertederos. En 2020, la UE rompió tendencia a la baja de residuos depositados en estos espacios. Desde entonces ha vuelto a crecer. La tasa promedio de vertido se sitúa en el 21%. España es uno de los países que incumple persistentemente los objetivos de gestión de residuos.. El 47% de los desechos que generan los españoles acaba en un vertedero, lejos del objetivo europeo del 10%. Tampoco cumple la tasa de reciclaje de residuos municipales, que se situó en el 43,2% en 2022. Para este año debía alcanzar el 55%, pero fuentes de Bruselas dudan de que nuestro país haya sido capaz de ponerse al día. Desde el Ministerio de Transición Ecológica achacan el problema al escaso volumen de residuos de competencia municipal que se recogen separadamente (22%).. El reto de Europa es que sus objetivos de circularidad no mermen su ya maltrecha competitividad. Como se recordó en el foro, los materiales verdes no pueden competir en precio con los que no lo son. Fuentes del ámbito industrial reclaman que la receta del reciclaje incluya garantías de que, al menos en territorio comunitario, no exista dumping climático. En definitiva, reclaman a Europa barreras de entrada a producto foráneo que no cumpla las mismas exigencias ambientales. De lo contrario, la circularidad podría frenar a la empresa europea y agravar su empacho de normas ambientales.
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