«Toda acometida legislativa de Sánchez es un ejercicio impúdico de mutación constitucional, una embestida a las instituciones» Leer
Hace algunos años, la izquierda pizpireta respiraba anhelosa, tomaba aire y sentenciaba cansina: «No es el momento». Nunca lo era. Así zanjaba cuestiones que requerían debates algo más complejos, cuyos enunciados no cabían en sus pancartas. La izquierda coquetona se refería básicamente a que el PP no estaba autorizado a legislar, ni con mayoría absoluta ni simple.. La izquierda arrogante fingía y argüía -a veces, no muchas- que no cuestionaba el fondo de los asuntos o la legitimidad de plantearlos pero siempre reprochaba las formas o la oportunidad: por la crisis financiera no podía reformar la Justicia -«Rajoy se desvía de lo urgente»- ni el mercado laboral -«añadía sufrimiento»-, o introducir la prisión permanente revisable en el Código Penal o sobre el aborto. Bajo sospecha de corrupción no podía regular sobre financiación de partidos y… bajo amenaza separatista no debió dotar al TC del poder de hacer cumplir sus resoluciones -«inflamaba»-. La izquierda, cada vez más crecida, consideró la Ley Wert y el bilingüismo una provocación «innecesaria». Realmente todo se reducía a camuflar, con mojigatería, el argumento que una vez deslizó El País en su editorial: los ciudadanos eligieron al PP únicamente para sanear las cuentas porque si no, no hubiese ganado por mayoría absoluta. Eso sí, el PP se lo creyó. Y hasta hoy.. Pues bien, Sánchez, Bolaños, Puente y compañía han desarrollado suficiente cuajo y desvergüenza como para invertir el argumento. Precisamente, el Gobierno considera que es el momento de reformar la Fiscalía y el acceso a la carrera judicial. Lo es porque sus medidas despejarían el horizonte penal del entorno de Sánchez. Con Sánchez, blandir que semejantes cambios legislativos requieren, idealmente, de un amplio consenso, es una muestra de melancólico desfase.. Cualquier acometida legislativa de Sánchez es un soplo para su duración -o inmunidad-, aunque cada soplo de duración sea un arreón y embestida contra las instituciones, un ejercicio impúdico de mutación constitucional. El Gobierno pretextó falsamente que la UE le urgía a suprimir la sedición. Hace lo mismo ahora: a propósito del Consejo de Europa, pretende reformar la Justicia a la mexicana, convertir la carrera judicial en una carrera política y normalizar los excesos de García Ortiz. De una manera más sinuosa y refinada, Sánchez incorpora el modelo de López Obrador ejecutado por Sheinbaum para capturar a los jueces -además, en México, deja a los jueces a expensas de los capos-.. Los jueces son «la oposición real», declara Puente. Por eso, para Sánchez & Gómez es, quirúrgica y perentoriamente, el momento. Pues una cosa es ‘desincronizar’ los mandatos del fiscal general y Gobierno y otra blindar a García Ortiz para que ejerza, llegado el caso, de burladero de Sánchez -ya ha ejercido de avanzadilla-. Así las cosas, la claque de Sánchez debería entornar tuna su «no es el momento».. El fiscal Crespo Barquero desconfiaba en estas páginas de una abigarrada e imprecisa redacción de la reforma de la Fiscalía y advertía del riesgo de que el aparente intento ‘despolitizador’ derivara en una ‘politización polarizada’. Por su parte, al fiscal Zaragoza, la «precipitada» reforma le parece inviable, aparte de incumplir los estándares de Bruselas. Lo cual nos permite barruntar que la iniciativa forma parte del proceso de prolongación de las hostilidades contra los jueces. La propuesta en sí es una vía, la incesante fabricación de la narrativa contra la Justicia independiente es otra igualmente eficaz para la supervivencia de la organización.
España // elmundo
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