Se viene uno de los libros más inquietantes de los últimos meses. Hasta los estantes más oscuros se ha deslizado La cinta Duncan de Todd Keisling, editado por La Biblioteca de Carfax y traducido por Shalia Correa. Un manuscrito corto, pero intenso, una especie de revisión contenida de IT de Stephen King con algo de Stranger Things pero con final trágico. El terror se está acercando desde los noventa, con los módems que impedían navegar por la red si alguien estaba usando la línea telefónica y 600 megas era una utopía. Una especie de primer boceto de ‘metraje encontrado’ cuando las tribus digitales que habitan la red profunda solo estaban en la edad de Piedra de los chats IRC. Niños con sudores fríos, imágenes de muy poca duración, píxeles y degradación en la compresión de los archivos para facilitar su intercambio.. En el hoy, en el mañana, en la narrativa de Todd Keisling tenemos los últimos años de los videoclubs, donde languidecían, controlados, algunas copias de lo que se llamó Mondo Terror o algo parecido. Yo escribí sobre ello después de que me pusieran en canción una de las entradas de No me judas satanás: aquel asesinato en directo, el de un político americano. No es complicado encontrarlo en internet. Un collage de sadismo en películas de VHS. Los mercaderes de la muerte. Cintas piratas, catálogos que llegaban por correo, una mirilla a las Hurdes y otra a Charles Manson. Luis Buñuel comprando cabras para lanzarlas desde un risco, Buñuel comprando un burro para azuzar contra él a las abejas. Mezclar la realidad con la ficción. Comprar y vender. La misma escenas, distinto orden, distribuidoras fantasmas que cambian el título. Apocalipsis caníbal. Lo podrías ver en salas de cine. El límite lo pones tú. La película Tesis nos descubrió las snuff movies. Grabar sobre lo grabado. Todo bajo mano. Una de las mejores versiones de la locura es «El fin del mundo en 35mm» de John Carpenter para la serie Masters of Horror. ¿Quieres ver la muerte de ángel?. Cuando todo aquello terminó, en el hoy, en los últimos relatos que he podido disfrutar, ya se avisa de que, durante un tiempo, ha estado oculta la maldad que impregnaba los diminutos archivos de vídeo del cambio de siglo, convertidos en mínimas leyendas urbanas que se repiten, como he comentado antes, copia tras copia. En el libro, el grunge, las camisas de cuadros, las segunda generación de consolas, el ayer. El hoy es una máscara borrosa que recorre a los vivos y los muertos, al iluminado religioso, al que recibe los últimos lamentos, el adicto al fentanilo, el recuerdo del formato Beta… todo aquello, en un intercambio de delirio y maldad, inspirado en Budd Dwyer. Dos días antes de Nochebuena, tres días antes de Navidad.
terror
Se viene uno de los libros más inquietantes de los últimos meses. Hasta los estantes más oscuros se ha deslizado La cinta Duncan de Todd Keisling, editado por La Biblioteca de Carfax y traducido por Shalia Correa. Un manuscrito corto, pero intenso, una especie de revisión contenida de IT de Stephen King con algo de Stranger Things pero con final trágico. El terror se está acercando desde los noventa, con los módems que impedían navegar por la red si alguien estaba usando la línea telefónica y 600 megas era una utopía. Una especie de primer boceto de ‘metraje encontrado’ cuando las tribus digitales que habitan la red profunda solo estaban en la edad de Piedra de los chats IRC. Niños con sudores fríos, imágenes de muy poca duración, píxeles y degradación en la compresión de los archivos para facilitar su intercambio.. En el hoy, en el mañana, en la narrativa de Todd Keisling tenemos los últimos años de los videoclubs, donde languidecían, controlados, algunas copias de lo que se llamó Mondo Terror o algo parecido. Yo escribí sobre ello después de que me pusieran en canción una de las entradas de No me judas satanás: aquel asesinato en directo, el de un político americano. No es complicado encontrarlo en internet. Un collage de sadismo en películas de VHS. Los mercaderes de la muerte. Cintas piratas, catálogos que llegaban por correo, una mirilla a las Hurdes y otra a Charles Manson. Luis Buñuel comprando cabras para lanzarlas desde un risco, Buñuel comprando un burro para azuzar contra él a las abejas. Mezclar la realidad con la ficción. Comprar y vender. La misma escenas, distinto orden, distribuidoras fantasmas que cambian el título. Apocalipsis caníbal. Lo podrías ver en salas de cine. El límite lo pones tú. La película Tesis nos descubrió las snuff movies. Grabar sobre lo grabado. Todo bajo mano. Una de las mejores versiones de la locura es «El fin del mundo en 35mm» de John Carpenter para la serie Masters of Horror. ¿Quieres ver la muerte de ángel?. Cuando todo aquello terminó, en el hoy, en los últimos relatos que he podido disfrutar, ya se avisa de que, durante un tiempo, ha estado oculta la maldad que impregnaba los diminutos archivos de vídeo del cambio de siglo, convertidos en mínimas leyendas urbanas que se repiten, como he comentado antes, copia tras copia. En el libro, el grunge, las camisas de cuadros, las segunda generación de consolas, el ayer. El hoy es una máscara borrosa que recorre a los vivos y los muertos, al iluminado religioso, al que recibe los últimos lamentos, el adicto al fentanilo, el recuerdo del formato Beta… todo aquello, en un intercambio de delirio y maldad, inspirado en Budd Dwyer. Dos días antes de Nochebuena, tres días antes de Navidad.. PortadaOctavio Gómez
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