¿Quién es Fischer-Z, Watts, paracetamol y Margaret Tatcher? ¿Y Alfredo Marceneiro? ¿Es el fadista de cabecera de Isabel Coixet? Eso es ir fuerte, el amor es agua que corre y si sales en Netflix todavía más. Por eso siempre amaré Lisboa, aunque esté fuera de lugar en esta reseña dedicada a Don Ramón de España. Alguna cosa todavía más al margen como Tiny Tin, antigualla de amor, con sus versiones descacharrantes, como una de I got you babe de Sonny&Cher. Disfruto de los cantantes que terminan en el cine de Serie B. Y claro, ¿Quién es DeVotchKa? No es, son. Ok. Son parte de la ola de rock fronterizo y mestizo, que borrachos de Ennio Morricone y algunas cosas más aparecieron por La Casa del Loco de Zaragoza, cuando lo del alt-country estaba de moda. Calexico, Giant Sands, Hermanos Gutiérrez…y nuestro placer culpable La Búsqueda, que no lo nombra Ramón de España, pero aprovecho para meterlo de rondón.
Willie de Ville, con sus dientes y su perilla, su heroína ochentera, queriendo ser pirata y auténtico. ¿Cómo pudo tener semejante éxito con Demasiado corazón y Stand by me, yo estaba allí, yo vi como Hey Joe lo escuchaba mi abuela. Un personaje eléctrico y narcótico. Y perseguir a Chris Isaak, que tiene algo de placer culpable, que va más allá de Wicked Game o David Lynch o Twin Peaks y que, con su porte de galán de la SUN Records, Ramón de España ha estado vigilando en el tramo de 2015 hasta 2022, controlando sus aportes musicales. Del Isaak a Roy Orbison. Pero no hablo de él, hablo de K.D. Lang. Recuerdo los viajes a Salou escuchando a Black&White Night de Roy Orbison en el casetero del coche de mis padres. Una y otra vez.
No sabía quién estaba en aquella banda, ni las coristas, pero, con los años, le regalé el deuvedé a mi padre. Allí estaba ella. Más las de Cohen, pero esa es otra historia. Y aquella portada de la Vanity Fair con Cindy. La he buscado. Buff, los noventa eran tiempos de sangre caliente. Un disco, recomendado por Don Ramón de España: Even cowgirls get the blues de 1993, banda sonora de la película de Gus van sant. Don Ramón dice que es mala. No la he visto. Me quedaré siempre con Drugstore cowboy y la escena en la que se bañan mientras suena The Israelites de Desmond Dekker (y cuando aparece el Padre Murphy, claro).
Emmylou Harris podría haber sido corista en ese disco de Orbison: estuvo con Dylan en Desire, con The Band y giró con Gram Parsons hasta que el desierto de Mojave y la heroína se lo llevó. Placer culpable de Ramón de España, capaz de comprarse, aturdido por la ginebra, tres o cuatro LP´s del tirón en una tarde y gritar al mundo: ¡Sí, me gusta la música country!
Teníamos que parar en el Brit Pop y los años siguientes. Solo en lo más exquisito: Jarvis Cocker, con Pulp, que empezaron un poco antes con ese aspecto desgarbado, gafas enormes, movimientos de haberse tomado media pinta de más. Grabó unos discos en solitario de los que solo he oído hablar a través de Ramón de España y Miqui Puig, los dos los compraron y les dedicaron el tiempo que merecía. Y de Jarvis a otro colega de Sheffield, Richard Hawley (¿Podría ser la versión albión de Chris Issak? Sobrado de tupé) en solitario me mata, sus discos se pueden poner en un garito o para echarse unos lloros. El mismo disco. Excéntricos británicos, donde no llegaba la pluma, llegaba la lengua.
Hemos dicho Brit Pop, antes y después, nunca durante. Porque Pete Doherty, que a mí me encantó con Babyshambles y aquel disco de 2005, Down in Albion, vino después, con el cambio de siglo. Para Ramón, sus discos en solitario, con esas presentaciones de coñac y chinos de heroína, deambular de guitarras desafinadas, tenían algo de mágico. Ahora que se dedica a realizar retos de comida, desintoxicado, rollizo, vivo, está entregando discos como Grace/Wastelands. De puta madre.
Y ahora, más atrás de Pete y, todavía más atrás de Jarvis, el hombre de los dientes quebrados y el alcoholismo funcional, Shane Macgowan. No es casualidad que, mientras escribo estas frases, Shane, el santo bebedor, ha fallecido. En un estado catatónico desde hacía años, mezcló lo moderno y lo tradicional, escribió para los que pasan solos Nochebuena y fue amigo de los genios. Más que de los genios, de los vampiros, esos que relucen con lo que han sisado a los otros. Reventado en una zanja. No lo sé. No volvió con los Pogues, pero, al menos, no vio cómo se juntaban otra vez Oasis.
Antes de pasar de párrafo y, ya que estamos con Jarvis Cocker unas líneas antes, el recuerdo para Marianne Faithfull, la chica de la chocolatina, la que vivió de los derechos de autor de Sister Morphine, la que necesitó grabar tres veces As tears go by hasta que consiguió transmitir la tristeza. En 2018. Ahí. Recuerdo estar en el Mar de Dios pinchando y los compositores de los discos eran Jarvis Cocker, Nick Cave&Warren Ellis, Damon Albarn o PJ Harvey. El disco era Before the poison. O el disco de 1979, lo más cercano al éxito adulto, Broken English, grabado en adicción y con Island. Se rodea de la historia del rock de final de siglo, de comienzo de siglo, pero cuesta dar con la tecla. Me pondré el directo, NO EXIT. A ver qué tal.
Las entregas más novedosas, el siglo XXI, cuando en los garitos escuchábamos neofolk mientras esperábamos que se hiciera de noche, psicodelia y elegancia, The Go-Betweens, Robert Foster, comparar el último Jaume Sisa con el Blackstar de David Bowie. Busco Malats del Cel y me acuerdo de Ricardo Solfa. No hay mucho más español. Lo de siempre, lo que le ha gustado a Ramón de España: Santiago Auserón, incluyendo la parte de Música moderna con Herminio Molero ataviado de sintetizadores y calvicie («Hizo falta más sangre para poder escapar de la máquina») y la versión de T.Rex que hicieron propia (‘Divina’). Luego ya, Auserón escribiendo La estatua del jardín botánico, lo más cerca de Talking Heads en España.
Y Fernando Márquez ‘El zurdo’, del rastro de Madrid a La Mode, de Roxy Music a Vainica Doble, de Falange a Herri Batasuna. Por ahí tengo Música moderna y una novelita que compré por vicio. Aquella versión en español de Andy Warhol que hizo con el efímero proyecto Pop Decó. De vez en cuando se la pongo a mi mujer, pero no le interesa nada.
Así que pruebo con Pablo Picasso de Modern Lovers o su prolongación pictórica con No One Was Like Vermeer, con Jonathan Richmann en solitario. Antes de que se me olvide, recordar, como Ramón de España, el tema Europa after the rain de John Foxx pero con inspiración de Max Ernst (y que tiene una versión industrial y de gabardinas a cargo de Miqui Puig).
Tiene un momento para The Strokes. Es la combinación cósmica habitual. Estaban Los Ramones (aquí se detiene en Phil Spector o lo hago yo, con el disco orquestal, fue Phil a por ellos, como hizo con End of the century hizo con Cohen Death of a ladies man, el arma, Les Surfs, yo seré tu Lady y su peluca), estaban New York Dolls, los Dolls, por cierto, escaparon del glam y no llegaron al punk (según Don Ramón de España: hicieron «El mejor disco que no grabaron los Stones en 1973»), Velvet Underground, Johnny Thunders, con la chuta al cuello y tocando en Zaragoza, en En Bruto, aún puede verlos en 2008 en Logroño, en el Festival Actual. El bajo se hacía llamar Buxter Poindexter y pinchaba algún tema suyo las noches del Bacharcah. Me gusta que tuvieran un vinilo como los The Cramps, de recopilación de canciones que robaron, revisaron o sirvieron de influencia
Su momento, un poco antes, un poco después Franz Ferdinard. EL hijo de Albert Hammond… y qué le vas a pedir al mundo, canciones chulas en un primer LP, un segundo LP más flojo (una vida para escribir las canciones del primero seis meses para el segundo, seis meses con resinas, polvos, chavalas, viajes y hoteles…) y luego, discos en solitario donde la gente va a escuchar las canciones de The Strokes a un precio menor. Y luego, claro volverse a juntar. Grabar un disco de canciones nuevas. Meter un par en el repertorio. Y hacer clásicos. Claro.
Y los ochenta. No vale los que venían de la década anterior. Queremos nuevos románticos, electropop y piratas. Ultravox. Aunque graban en 1977 y 78. Son casi punks. Pero se dieron cuenta de que la cosa iba mejor suave. John Foxx, la entrada de Midge Ure, Visage (Barry Adamson grabando el bajo de Fade to grey mientras está entre Magazine y los Bad Seeds). La melancolía centroeuropea, la República de Weimar, el vodevil cocainómano de Bowie y el rollo de Bertol Brecht de Bryan Ferry. Sí, Magazine. Dejaron Devoto y cía cinco discos espléndidos. Estos días preparando el artículo sobre Barry Adamson me di cuenta de lo devotos que eran de los grupos de funk ácido, cómo llevaban a su terreno de afterpunk, casi frío, casi no-wave, temas de Sly and the Family Stone o Parliament…
Modernidad, temporal puramente, Beck, que no aparecía en su recopilación de columnas y filias anteriores. El geniecillo del collage es parte de una generación de compositores de los noventa cuya trayectoria es una Campana de Gauss: suben, tienen éxito, caen. Y solo los tipos con criterio y paciencia como Ramón de España los siguen escuchando. Horas y horas con Sergio Algora en el Bacharach escuchando a Clem Snide, en la época de los cd-r y las tiendas de alquiler. 1999. Es clavado. Y Bitter honey, en 2009, para los que quieren café, con la banda. Ray Montagne, otro, Till the sun turns black de 2006. También lo he puesto en la lista de escucha del reproductor infinito.
M. Ward, otro de los tiempos del Zona de Obras y Sergio. Muy Nick Drake, muy de la época de ese folk de asmáticos tristes, y en 2018 y 2020 pues que Don Ramón se siguió comprando sus discos. En Zaragoza con Micah P.Hinson tuvimos más relación. Que lo que se me haya quedado es el cigarrillo con boquilla es mala señal. Me da pena que se meta con los pobres Tachenko y las giras por el terruño aragonés. Don Ramón, por favor. Fue yonqui, por cierto, de los duros. Y parece que sigue fumando con filtro y que sacó un disco en 2006. Lie to you, de 2022, parece que merece la pena. A la lista. Steve Harley, otro solista tras su banda, Cockney Rebel. Ha muerto este año, por cierto. Solista, en pareja, con el nombre del grupo, da igual. AL final, nada.
Estamos ahora con Phosphorescent con un proyecto intimista, las tardes, otra vez las tardes, entre Willie Nelson y Beck. El artista que ha perdido el miedo a mezclar el folk con cualquier cosa, como Darren Hayman (solista de Hefnet, habituales en las mixtapes de las revistas modernas durante un lustro), en la lista para escuchar, Essex Arms de 2010, pero que Don Ramón de España ha seguido hasta ayer mismo, con discos de 2020 y 2022. Todo porque Don Ramón de España se gasta su dinero en comprar la Uncut y la Mojo y nosotros esperamos que nos lo den todo masticado.
Compren, por favor este libro. Esta parte, la de los solistas de los noventa, los folkies man sin suerte, los desaparecidos, juguetes rotos del cambio de siglo, es imprescindible.
Lana del Rey: este es mi propio placer culpable. Desde que vi a Jessica Lange hacer ‘Gods and Monster’ en American Horror Story… no me lo puedo quitar de la cabeza. La versión de la Lange, la original de Lana del Rey, Videogames, su extraña pasión por ponerle títulos a sus LP´s con clásicos del rock como Ultraviolence o Lust for life, la manera de revisar a Leonard Cohen en directo (Chelsea Hotel #2 o Suzzane o Dance me to the end of the night)… una más, la de Season of the witch para la película de Scary stories to tell in the dark. Todo vale.
Por cierto, no me he olvidado de Nico, pero hay un artículo en Motel Margot…no sé si mejor, pero le puse todo mi corazón. Y mucho más y mucho más bello y mucho más erudito. Compren, lean, escuchen La edad de plástico de Ramón de España. Por favor.
Literatura
¿Quién es Fischer-Z, Watts, paracetamol y Margaret Tatcher? ¿Y Alfredo Marceneiro? ¿Es el fadista de cabecera de Isabel Coixet? Eso es ir fuerte, el amor es agua que corre y si sales en Netflix todavía más. Por eso siempre amaré Lisboa, aunque esté fuera de lugar en esta reseña dedicada a Don Ramón de España. Alguna cosa todavía más al margen como Tiny Tin, antigualla de amor, con sus versiones descacharrantes, como una de I got you babe de Sonny&Cher. Disfruto de los cantantes que terminan en el cine de Serie B. Y claro, ¿Quién es DeVotchKa? No es, son. Ok. Son parte de la ola de rock fronterizo y mestizo, que borrachos de Ennio Morricone y algunas cosas más aparecieron por La Casa del Loco de Zaragoza, cuando lo del alt-country estaba de moda. Calexico, Giant Sands, Hermanos Gutiérrez…y nuestro placer culpable La Búsqueda, que no lo nombra Ramón de España, pero aprovecho para meterlo de rondón.
Willie de Ville, con sus dientes y su perilla, su heroína ochentera, queriendo ser pirata y auténtico. ¿Cómo pudo tener semejante éxito con Demasiado corazón y Stand by me, yo estaba allí, yo vi como Hey Joe lo escuchaba mi abuela. Un personaje eléctrico y narcótico. Y perseguir a Chris Isaak, que tiene algo de placer culpable, que va más allá de Wicked Game o David Lynch o Twin Peaks y que, con su porte de galán de la SUN Records, Ramón de España ha estado vigilando en el tramo de 2015 hasta 2022, controlando sus aportes musicales. Del Isaak a Roy Orbison. Pero no hablo de él, hablo de K.D. Lang. Recuerdo los viajes a Salou escuchando a Black&White Night de Roy Orbison en el casetero del coche de mis padres. Una y otra vez.
No sabía quién estaba en aquella banda, ni las coristas, pero, con los años, le regalé el deuvedé a mi padre. Allí estaba ella. Más las de Cohen, pero esa es otra historia. Y aquella portada de la Vanity Fair con Cindy. La he buscado. Buff, los noventa eran tiempos de sangre caliente. Un disco, recomendado por Don Ramón de España: Even cowgirls get the blues de 1993, banda sonora de la película de Gus van sant. Don Ramón dice que es mala. No la he visto. Me quedaré siempre con Drugstore cowboy y la escena en la que se bañan mientras suena The Israelites de Desmond Dekker (y cuando aparece el Padre Murphy, claro).
Emmylou Harris podría haber sido corista en ese disco de Orbison: estuvo con Dylan en Desire, con The Band y giró con Gram Parsons hasta que el desierto de Mojave y la heroína se lo llevó. Placer culpable de Ramón de España, capaz de comprarse, aturdido por la ginebra, tres o cuatro LP´s del tirón en una tarde y gritar al mundo: ¡Sí, me gusta la música country!
Teníamos que parar en el Brit Pop y los años siguientes. Solo en lo más exquisito: Jarvis Cocker, con Pulp, que empezaron un poco antes con ese aspecto desgarbado, gafas enormes, movimientos de haberse tomado media pinta de más. Grabó unos discos en solitario de los que solo he oído hablar a través de Ramón de España y Miqui Puig, los dos los compraron y les dedicaron el tiempo que merecía. Y de Jarvis a otro colega de Sheffield, Richard Hawley (¿Podría ser la versión albión de Chris Issak? Sobrado de tupé) en solitario me mata, sus discos se pueden poner en un garito o para echarse unos lloros. El mismo disco. Excéntricos británicos, donde no llegaba la pluma, llegaba la lengua.
Hemos dicho Brit Pop, antes y después, nunca durante. Porque Pete Doherty, que a mí me encantó con Babyshambles y aquel disco de 2005, Down in Albion, vino después, con el cambio de siglo. Para Ramón, sus discos en solitario, con esas presentaciones de coñac y chinos de heroína, deambular de guitarras desafinadas, tenían algo de mágico. Ahora que se dedica a realizar retos de comida, desintoxicado, rollizo, vivo, está entregando discos como Grace/Wastelands. De puta madre.
Y ahora, más atrás de Pete y, todavía más atrás de Jarvis, el hombre de los dientes quebrados y el alcoholismo funcional, Shane Macgowan. No es casualidad que, mientras escribo estas frases, Shane, el santo bebedor, ha fallecido. En un estado catatónico desde hacía años, mezcló lo moderno y lo tradicional, escribió para los que pasan solos Nochebuena y fue amigo de los genios. Más que de los genios, de los vampiros, esos que relucen con lo que han sisado a los otros. Reventado en una zanja. No lo sé. No volvió con los Pogues, pero, al menos, no vio cómo se juntaban otra vez Oasis.
Antes de pasar de párrafo y, ya que estamos con Jarvis Cocker unas líneas antes, el recuerdo para Marianne Faithfull, la chica de la chocolatina, la que vivió de los derechos de autor de Sister Morphine, la que necesitó grabar tres veces As tears go by hasta que consiguió transmitir la tristeza. En 2018. Ahí. Recuerdo estar en el Mar de Dios pinchando y los compositores de los discos eran Jarvis Cocker, Nick Cave&Warren Ellis, Damon Albarn o PJ Harvey. El disco era Before the poison. O el disco de 1979, lo más cercano al éxito adulto, Broken English, grabado en adicción y con Island. Se rodea de la historia del rock de final de siglo, de comienzo de siglo, pero cuesta dar con la tecla. Me pondré el directo, NO EXIT. A ver qué tal.
Las entregas más novedosas, el siglo XXI, cuando en los garitos escuchábamos neofolk mientras esperábamos que se hiciera de noche, psicodelia y elegancia, The Go-Betweens, Robert Foster, comparar el último Jaume Sisa con el Blackstar de David Bowie. Busco Malats del Cel y me acuerdo de Ricardo Solfa. No hay mucho más español. Lo de siempre, lo que le ha gustado a Ramón de España: Santiago Auserón, incluyendo la parte de Música moderna con Herminio Molero ataviado de sintetizadores y calvicie («Hizo falta más sangre para poder escapar de la máquina») y la versión de T.Rex que hicieron propia (‘Divina’). Luego ya, Auserón escribiendo La estatua del jardín botánico, lo más cerca de Talking Heads en España.
Y Fernando Márquez ‘El zurdo’, del rastro de Madrid a La Mode, de Roxy Music a Vainica Doble, de Falange a Herri Batasuna. Por ahí tengo Música moderna y una novelita que compré por vicio. Aquella versión en español de Andy Warhol que hizo con el efímero proyecto Pop Decó. De vez en cuando se la pongo a mi mujer, pero no le interesa nada.
Así que pruebo con Pablo Picasso de Modern Lovers o su prolongación pictórica con No One Was Like Vermeer, con Jonathan Richmann en solitario. Antes de que se me olvide, recordar, como Ramón de España, el tema Europa after the rain de John Foxx pero con inspiración de Max Ernst (y que tiene una versión industrial y de gabardinas a cargo de Miqui Puig).
Tiene un momento para The Strokes. Es la combinación cósmica habitual. Estaban Los Ramones (aquí se detiene en Phil Spector o lo hago yo, con el disco orquestal, fue Phil a por ellos, como hizo con End of the century hizo con Cohen Death of a ladies man, el arma, Les Surfs, yo seré tu Lady y su peluca), estaban New York Dolls, los Dolls, por cierto, escaparon del glam y no llegaron al punk (según Don Ramón de España: hicieron «El mejor disco que no grabaron los Stones en 1973»), Velvet Underground, Johnny Thunders, con la chuta al cuello y tocando en Zaragoza, en En Bruto, aún puede verlos en 2008 en Logroño, en el Festival Actual. El bajo se hacía llamar Buxter Poindexter y pinchaba algún tema suyo las noches del Bacharcah. Me gusta que tuvieran un vinilo como los The Cramps, de recopilación de canciones que robaron, revisaron o sirvieron de influencia
Su momento, un poco antes, un poco después Franz Ferdinard. EL hijo de Albert Hammond… y qué le vas a pedir al mundo, canciones chulas en un primer LP, un segundo LP más flojo (una vida para escribir las canciones del primero seis meses para el segundo, seis meses con resinas, polvos, chavalas, viajes y hoteles…) y luego, discos en solitario donde la gente va a escuchar las canciones de The Strokes a un precio menor. Y luego, claro volverse a juntar. Grabar un disco de canciones nuevas. Meter un par en el repertorio. Y hacer clásicos. Claro.
Y los ochenta. No vale los que venían de la década anterior. Queremos nuevos románticos, electropop y piratas. Ultravox. Aunque graban en 1977 y 78. Son casi punks. Pero se dieron cuenta de que la cosa iba mejor suave. John Foxx, la entrada de Midge Ure, Visage (Barry Adamson grabando el bajo de Fade to grey mientras está entre Magazine y los Bad Seeds). La melancolía centroeuropea, la República de Weimar, el vodevil cocainómano de Bowie y el rollo de Bertol Brecht de Bryan Ferry. Sí, Magazine. Dejaron Devoto y cía cinco discos espléndidos. Estos días preparando el artículo sobre Barry Adamson me di cuenta de lo devotos que eran de los grupos de funk ácido, cómo llevaban a su terreno de afterpunk, casi frío, casi no-wave, temas de Sly and the Family Stone o Parliament…
Modernidad, temporal puramente, Beck, que no aparecía en su recopilación de columnas y filias anteriores. El geniecillo del collage es parte de una generación de compositores de los noventa cuya trayectoria es una Campana de Gauss: suben, tienen éxito, caen. Y solo los tipos con criterio y paciencia como Ramón de España los siguen escuchando. Horas y horas con Sergio Algora en el Bacharach escuchando a Clem Snide, en la época de los cd-r y las tiendas de alquiler. 1999. Es clavado. Y Bitter honey, en 2009, para los que quieren café, con la banda. Ray Montagne, otro, Till the sun turns black de 2006. También lo he puesto en la lista de escucha del reproductor infinito.
M. Ward, otro de los tiempos del Zona de Obras y Sergio. Muy Nick Drake, muy de la época de ese folk de asmáticos tristes, y en 2018 y 2020 pues que Don Ramón se siguió comprando sus discos. En Zaragoza con Micah P.Hinson tuvimos más relación. Que lo que se me haya quedado es el cigarrillo con boquilla es mala señal. Me da pena que se meta con los pobres Tachenko y las giras por el terruño aragonés. Don Ramón, por favor. Fue yonqui, por cierto, de los duros. Y parece que sigue fumando con filtro y que sacó un disco en 2006. Lie to you, de 2022, parece que merece la pena. A la lista. Steve Harley, otro solista tras su banda, Cockney Rebel. Ha muerto este año, por cierto. Solista, en pareja, con el nombre del grupo, da igual. AL final, nada.
Estamos ahora con Phosphorescent con un proyecto intimista, las tardes, otra vez las tardes, entre Willie Nelson y Beck. El artista que ha perdido el miedo a mezclar el folk con cualquier cosa, como Darren Hayman (solista de Hefnet, habituales en las mixtapes de las revistas modernas durante un lustro), en la lista para escuchar, Essex Arms de 2010, pero que Don Ramón de España ha seguido hasta ayer mismo, con discos de 2020 y 2022. Todo porque Don Ramón de España se gasta su dinero en comprar la Uncut y la Mojo y nosotros esperamos que nos lo den todo masticado.
Compren, por favor este libro. Esta parte, la de los solistas de los noventa, los folkies man sin suerte, los desaparecidos, juguetes rotos del cambio de siglo, es imprescindible.
Lana del Rey: este es mi propio placer culpable. Desde que vi a Jessica Lange hacer ‘Gods and Monster’ en American Horror Story… no me lo puedo quitar de la cabeza. La versión de la Lange, la original de Lana del Rey, Videogames, su extraña pasión por ponerle títulos a sus LP´s con clásicos del rock como Ultraviolence o Lust for life, la manera de revisar a Leonard Cohen en directo (Chelsea Hotel #2 o Suzzane o Dance me to the end of the night)… una más, la de Season of the witch para la película de Scary stories to tell in the dark. Todo vale.
Por cierto, no me he olvidado de Nico, pero hay un artículo en Motel Margot…no sé si mejor, pero le puse todo mi corazón. Y mucho más y mucho más bello y mucho más erudito. Compren, lean, escuchen La edad de plástico de Ramón de España. Por favor.
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