La proximidad de la cumbre de la OTAN en la Haya ha logrado despertar a un dragón que en los últimos años parecía dormido. El viejo reptil, que no quiso interrumpir su siesta por el ruido de los bombardeos en el este de Europa ni por el olor de la sangre que llega desde Ucrania, sale ahora de su cueva a la caza del único alimento que necesita para sobrevivir: el voto.. El rugido del que un día fue poderoso dragón es hoy tan rancio como él mismo, empezando por ese “OTAN no, bases fuera” que había dejado de oírse en nuestras calles. Un rugido que tuvo su momento, es verdad; pero pesan sobre él los más de tres años que el dragón lleva dormitando perezosamente mientras Putin lleva la muerte a las calles de Ucrania y la represión a las de Rusia.. Perdida la legitimidad que le dio hace dos décadas su rotundo no a la guerra —entonces parecía ser un no a cualquier guerra— la voz del avejentado dragón suena hoy más débil que nunca. Quizá eso explique que a las movilizaciones populares que se han realizado en los últimos días hayan asistido casi tantos líderes políticos —siempre presionados por la necesidad de salir en las fotografías— como verdaderos creyentes. No sería exagerar demasiado decir que, en algunos lugares, han sido casi tantos los colectivos que convocaban las manifestaciones como las personas en la calle.. Dicen que el poder corrompe, pero también lo hace la lucha por conseguirlo. En manos de una tropa desnortada que ya ni siquiera finge conectarse con el legado de verdaderos hombres de paz como Gandhi o Luther King, el pacifismo político español ha dejado de ser una postura ética para convertirse en una muleta para los autócratas del mundo, poco importa si se dicen de izquierdas como Nicolás Maduro o se identifican con las derechas más extremas como Vladimir Putin. La única violencia que, para ellos, es reprobable —y desde luego lo es, pero en absoluto la única— es la de los líderes de los países democráticos. A nuestros falsos pacifistas se les ve el pelo de la dehesa de la que proceden ¡qué le vamos a hacer!. Lamentablemente, el descabellado prólogo que el presidente Trump ha impuesto para la próxima cumbre de la OTAN —ese 5% que parece convenir más a su industria que a su estrategia— le ha dado al fatigado dragón un hueso donde morder. Así se las ponían a Felipe II. Es obvio que el pulso entre el magnate y sus aliados por el porcentaje de PIB que debería invertirse en nuestra defensa es, de por sí, un error. Un error, además, agravado por la publicidad, las amenazas y el tono que el reelegido republicano suele dar a sus intervenciones públicas.. Nadie debería hablar de dinero —y mucho menos de inmensas cantidades de dinero— sin saber exactamente lo que se va a comprar. Y no crea el lector que me refiero a los modelos concretos de misiles, aviones o carros de combate que podemos necesitar. Ni siquiera a la cantidad de cada uno que debería aportar cada nación.. Lo que de verdad compran los aliados con sus presupuestos de defensa es seguridad en un mundo revuelto, donde las viejas reglas de la Carta de la ONU y las convenciones de Ginebra han dejado de contar y donde los valores ya no hacen la diferencia. Compran disuasión frente a un amplio espectro de amenazas que van desde los “hombrecillos verdes” que Rusia desplegó en Crimea hasta las armas nucleares con las que el presidente Putin trata de hacemos chantaje. Compran también, aunque muchos españoles no hayan reparado en ello, el derecho a que se escuche nuestra voz, demasiado débil por sí sola frente a las de Putin, Trump o Xi Jinping.. Lo que de verdad compran los aliados con sus presupuestos de defensa es seguridad en un mundo revuelto. Por desgracia, asuntos tan complejos como los que se plantearán en la Haya a partir del día 24 de este mes solo consiguen aburrir al somnoliento dragón de nuestro relato. A él, que lleva largas décadas en su caverna, aislado de lo que ocurre en el mundo, no le interesa nada que no quepa en una pancarta. Por eso, el dilema que plantea a quienes quiere arrancarles el voto es mucho más sencillo, casi infantil: ¿dinero para la guerra o dinero para la paz?. Juguemos ¡qué remedio! en el terreno que se nos ofrece. ¿Dinero para la guerra? No, por supuesto. Pero ese es precisamente el que Putin pone sobre la mesa. Todos sabemos —también, aunque no lo reconozcan, la mayoría de los líderes del movimiento pacifista español— lo que ocurrirá en el mundo si él y sus aliados ganan esta subasta.. Con el dinero de nuestros impuestos, lo que España compra es la paz; pero no cualquier paz, sino la que puede vivir en libertad. Con el dinero de nuestros impuestos, lo que España compra es la paz; pero no cualquier paz, sino la que puede vivir en libertad. Y la garantía de que esa paz no se convertirá en otra cosa no está en nuestro desarme unilateral, sino en aquello que Putin —el más descarado entre el puñado de tiranos que aspiran a imponer en el mundo la razón de la fuerza— trata de manipular azuzando contra nosotros al domesticado dragón de nuestro trasnochado pacifismo político: nuestro voto.
La proximidad de la cumbre de la OTAN en la Haya ha logrado despertar a un dragón que en los últimos años parecía dormido. El viejo reptil, que no quiso…
20MINUTOS.ES – Internacional
La proximidad de la cumbre de la OTAN en la Haya ha logrado despertar a un dragón que en los últimos años parecía dormido. El viejo reptil, que no quiso interrumpir su siesta por el ruido de los bombardeos en el este de Europa ni por el olor de la sangre que llega desde Ucrania, sale ahora de su cueva a la caza del único alimento que necesita para sobrevivir: el voto.. El rugido del que un día fue poderoso dragón es hoy tan rancio como él mismo, empezando por ese “OTAN no, bases fuera” que había dejado de oírse en nuestras calles. Un rugido que tuvo su momento, es verdad; pero pesan sobre él los más de tres años que el dragón lleva dormitando perezosamente mientras Putin lleva la muerte a las calles de Ucrania y la represión a las de Rusia.. Perdida la legitimidad que le dio hace dos décadas su rotundo no a la guerra —entonces parecía ser un no a cualquier guerra— la voz del avejentado dragón suena hoy más débil que nunca. Quizá eso explique que a las movilizaciones populares que se han realizado en los últimos días hayan asistido casi tantos líderes políticos —siempre presionados por la necesidad de salir en las fotografías— como verdaderos creyentes. No sería exagerar demasiado decir que, en algunos lugares, han sido casi tantos los colectivos que convocaban las manifestaciones como las personas en la calle.. Dicen que el poder corrompe, pero también lo hace la lucha por conseguirlo. En manos de una tropa desnortada que ya ni siquiera finge conectarse con el legado de verdaderos hombres de paz como Gandhi o Luther King, el pacifismo político español ha dejado de ser una postura ética para convertirse en una muleta para los autócratas del mundo, poco importa si se dicen de izquierdas como Nicolás Maduro o se identifican con las derechas más extremas como Vladimir Putin. La única violencia que, para ellos, es reprobable —y desde luego lo es, pero en absoluto la única— es la de los líderes de los países democráticos. A nuestros falsos pacifistas se les ve el pelo de la dehesa de la que proceden ¡qué le vamos a hacer!. Lamentablemente, el descabellado prólogo que el presidente Trump ha impuesto para la próxima cumbre de la OTAN —ese 5% que parece convenir más a su industria que a su estrategia— le ha dado al fatigado dragón un hueso donde morder. Así se las ponían a Felipe II. Es obvio que el pulso entre el magnate y sus aliados por el porcentaje de PIB que debería invertirse en nuestra defensa es, de por sí, un error. Un error, además, agravado por la publicidad, las amenazas y el tono que el reelegido republicano suele dar a sus intervenciones públicas.. Nadie debería hablar de dinero —y mucho menos de inmensas cantidades de dinero— sin saber exactamente lo que se va a comprar. Y no crea el lector que me refiero a los modelos concretos de misiles, aviones o carros de combate que podemos necesitar. Ni siquiera a la cantidad de cada uno que debería aportar cada nación.. Lo que de verdad compran los aliados con sus presupuestos de defensa es seguridad en un mundo revuelto, donde las viejas reglas de la Carta de la ONU y las convenciones de Ginebra han dejado de contar y donde los valores ya no hacen la diferencia. Compran disuasión frente a un amplio espectro de amenazas que van desde los “hombrecillos verdes” que Rusia desplegó en Crimea hasta las armas nucleares con las que el presidente Putin trata de hacemos chantaje. Compran también, aunque muchos españoles no hayan reparado en ello, el derecho a que se escuche nuestra voz, demasiado débil por sí sola frente a las de Putin, Trump o Xi Jinping.. Lo que de verdad compran los aliados con sus presupuestos de defensa es seguridad en un mundo revuelto. Por desgracia, asuntos tan complejos como los que se plantearán en la Haya a partir del día 24 de este mes solo consiguen aburrir al somnoliento dragón de nuestro relato. A él, que lleva largas décadas en su caverna, aislado de lo que ocurre en el mundo, no le interesa nada que no quepa en una pancarta. Por eso, el dilema que plantea a quienes quiere arrancarles el voto es mucho más sencillo, casi infantil: ¿dinero para la guerra o dinero para la paz?. Juguemos ¡qué remedio! en el terreno que se nos ofrece. ¿Dinero para la guerra? No, por supuesto. Pero ese es precisamente el que Putin pone sobre la mesa. Todos sabemos —también, aunque no lo reconozcan, la mayoría de los líderes del movimiento pacifista español— lo que ocurrirá en el mundo si él y sus aliados ganan esta subasta.. Con el dinero de nuestros impuestos, lo que España compra es la paz; pero no cualquier paz, sino la que puede vivir en libertad. Con el dinero de nuestros impuestos, lo que España compra es la paz; pero no cualquier paz, sino la que puede vivir en libertad. Y la garantía de que esa paz no se convertirá en otra cosa no está en nuestro desarme unilateral, sino en aquello que Putin —el más descarado entre el puñado de tiranos que aspiran a imponer en el mundo la razón de la fuerza— trata de manipular azuzando contra nosotros al domesticado dragón de nuestro trasnochado pacifismo político: nuestro voto.