Por lejana o exótica que nos pueda parecer la isla de Formosa no es ajena a la historia de España. En 1626 los españoles desembarcaron allí y la gobernaron 16 años hasta que los holandeses los desalojaron. El interés de aquel enclave era entonces estrictamente comercial, nada que ver con la importancia estratégica y económica que ahora tiene. La isla acoge desde 1949 a los nacionalistas derrotados por las fuerzas comunistas de Mao Zedong en la Guerra Civil que le enfrentó a Chiang Kai Shek. Dos millones de chinos encontraron cobijo en lo que hoy conocemos como Taiwán, gobernados los primeros 40 años con un régimen dictatorial y después en democracia desde 1987. De entonces a hoy, Taiwán se ha convertido en un país floreciente con un alto nivel de vida, una economía saneada y, según los sondeos entre expatriados, uno de los mejores lugares del planeta para vivir.. Su gran problema son las ansias anexionistas de Pekín, cuyo Gobierno considera que la isla forma parte de China y entiende que la reunificación es «históricamente imparable», como manifestó el presidente Xi Jinping. La presión del gigante continental es la que forzó que Taiwán, a pesar de ser una democracia plena y estable, no esté representada en la ONU y que solo una docena de países mantengan relaciones diplomáticas y reconozcan oficialmente su independencia.. España no está entre ellos; en 1973 el Gobierno de Franco suspendió su relación diplomática, como la inmensa mayoría de los países del mundo, para reconocer a la República Popular China. También aquí, como en muchas de esas naciones, se mantuvo una Oficina Económica y Cultural que hace las veces de embajada oficiosa al canalizar todas las relaciones bilaterales y de representación propias de una delegación diplomática.. Ahora lo que pueda ocurrir en Taiwán es geopolíticamente decisivo al ser considerado el punto con mayor potencial de tensión entre los dos gigantes del planeta, los Estados Unidos y China. Hay dos razones de mayor relevancia que lo explican: una geoestratégica y la otra económica. Aquella isla tiene una posición nodal en las rutas marítimas de los mercantes y las cadenas internacionales de suministro fundamentales para el comercio y la estabilidad mundial. El otro motivo es que este pequeño gran país fabrica la mayoría de los semiconductores que se producen en el planeta, elementos indispensables para el funcionamiento de los ordenadores, móviles inteligentes, televisores, vehículos y el armamento mas sofisticado.. Pocos dudan de que si no fuera por el compromiso de defensa de los Estados Unidos con el Gobierno de Taipéi, el Ejército chino ya habría invadido la isla y procedido a su anexión. Solo 120 kilómetros le separan del continente, y esa franja de mar es escenario constante de maniobras militares y operaciones de presión, cuando no de amedrentamiento, para patentizar su determinación irrenunciable de reunificar.. La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca abre un nuevo escenario a las relaciones entre Washington y Pekín en el que Taiwán está de por medio, un país al que no reconoce pero que es su principal aliado en la zona y su mayor proveedor de armamento. El gran temor en las cancillerías es que la guerra comercial que se vislumbra pueda disparar algo más que los aranceles a los productos chinos hasta situar esa franja que separa la isla del continente en el más peligroso frente de tensión mundial. Trump declaró recientemente al The Wall Street Journal que no tendría que usar la fuerza militar para evitar un bloqueo de Taiwán porque –según dijo– «Xi Jinping me respeta y sabe que estoy loco». Muy tranquilizador no resulta.
Por lejana o exótica que nos pueda parecer la isla de Formosa no es ajena a la historia de España. En 1626 los españoles desembarcaron allí y la gobernaron…
20MINUTOS.ES – Internacional
Por lejana o exótica que nos pueda parecer la isla de Formosa no es ajena a la historia de España. En 1626 los españoles desembarcaron allí y la gobernaron 16 años hasta que los holandeses los desalojaron. El interés de aquel enclave era entonces estrictamente comercial, nada que ver con la importancia estratégica y económica que ahora tiene. La isla acoge desde 1949 a los nacionalistas derrotados por las fuerzas comunistas de Mao Zedong en la Guerra Civil que le enfrentó a Chiang Kai Shek. Dos millones de chinos encontraron cobijo en lo que hoy conocemos como Taiwán, gobernados los primeros 40 años con un régimen dictatorial y después en democracia desde 1987. De entonces a hoy, Taiwán se ha convertido en un país floreciente con un alto nivel de vida, una economía saneada y, según los sondeos entre expatriados, uno de los mejores lugares del planeta para vivir.. Su gran problema son las ansias anexionistas de Pekín, cuyo Gobierno considera que la isla forma parte de China y entiende que la reunificación es «históricamente imparable», como manifestó el presidente Xi Jinping. La presión del gigante continental es la que forzó que Taiwán, a pesar de ser una democracia plena y estable, no esté representada en la ONU y que solo una docena de países mantengan relaciones diplomáticas y reconozcan oficialmente su independencia.. España no está entre ellos; en 1973 el Gobierno de Franco suspendió su relación diplomática, como la inmensa mayoría de los países del mundo, para reconocer a la República Popular China. También aquí, como en muchas de esas naciones, se mantuvo una Oficina Económica y Cultural que hace las veces de embajada oficiosa al canalizar todas las relaciones bilaterales y de representación propias de una delegación diplomática.. Ahora lo que pueda ocurrir en Taiwán es geopolíticamente decisivo al ser considerado el punto con mayor potencial de tensión entre los dos gigantes del planeta, los Estados Unidos y China. Hay dos razones de mayor relevancia que lo explican: una geoestratégica y la otra económica. Aquella isla tiene una posición nodal en las rutas marítimas de los mercantes y las cadenas internacionales de suministro fundamentales para el comercio y la estabilidad mundial. El otro motivo es que este pequeño gran país fabrica la mayoría de los semiconductores que se producen en el planeta, elementos indispensables para el funcionamiento de los ordenadores, móviles inteligentes, televisores, vehículos y el armamento mas sofisticado.. Pocos dudan de que si no fuera por el compromiso de defensa de los Estados Unidos con el Gobierno de Taipéi, el Ejército chino ya habría invadido la isla y procedido a su anexión. Solo 120 kilómetros le separan del continente, y esa franja de mar es escenario constante de maniobras militares y operaciones de presión, cuando no de amedrentamiento, para patentizar su determinación irrenunciable de reunificar.. La vuelta de Donald Trump a la Casa Blanca abre un nuevo escenario a las relaciones entre Washington y Pekín en el que Taiwán está de por medio, un país al que no reconoce pero que es su principal aliado en la zona y su mayor proveedor de armamento. El gran temor en las cancillerías es que la guerra comercial que se vislumbra pueda disparar algo más que los aranceles a los productos chinos hasta situar esa franja que separa la isla del continente en el más peligroso frente de tensión mundial. Trump declaró recientemente al The Wall Street Journal que no tendría que usar la fuerza militar para evitar un bloqueo de Taiwán porque –según dijo– «Xi Jinping me respeta y sabe que estoy loco». Muy tranquilizador no resulta.