Almazán es Copiloto. Ha vuelto. No se marchó nunca. Revisó sus canciones clásicas. Dejó la electricidad. La retomó. De pronto lo encuentras con su guitarra española en una pose de calmado amanuense, como si el papel y el nailon fueran primos hermanos. No hay baterías. Es un pop de autor, una manera de convertir la producción en una compañera fiel, no es un decorado, no es el fondo, es la manera de que la melodía y el texto acompañen, vivan y respiren. Más un té que una cerveza, mejor un camino de piedras que el queroseno y el asfalto.. Los nueve temas de Interior/noche nos devuelven a un autor educado en el clasicismo sinuoso que se acerca al imaginario breve de los cantautores. Más allá del soniquete, el songwriters, desde la perspectiva anglosajona o, en este caso, me recuerda a figuras con Francesco Di Gregori o Fabrizio De André, que recogieron la herencia de Leonard Cohen y George Brassens, de Scott Walker y Milton Nascimento y la hicieron propia, suya, autóctona. Un mundo que va entre el cielo protector de Marruecos hasta las aldeas más íntimas del norte de Huesca (perdonen el oxímoron). El disco se abre con Contacto cero, con el piano de Lorién Vicente, que va a ser uno de los elementos más destacados del disco, con sus arreglos de juventud consolidada, más el farfisa de Óscar Cubero. Más Fito Páez que nunca, las vueltas en el aire nos dejan en La activista y el cónsul, uno de los temas fundamentales del disco, autorreferencial («los abrazos salvavidas») y sensual («desnudos»). Café y cuerpo de mujer. Cuerpo mezclado. Un tema de cotidianidad confesional con ukelele y Omnichord. Un guiño, claro, más que a los Jackson Five a los Willi Giménez & Chanela. Tú me entenderás. Por algo recibe por primera vez el violonchelo de Laura Sorribas, magnífico. Un texto con guiños hacia el bardo de Monreal, desde «ángeles con sexo» hasta el ruido de la mesa de la cocina, en el crujir de la pasión. De ti, Venecia, con la guitarra española de Copiloto y la aparición inusual de la eléctrica, es otro de los mejores temas del LP. Como un clásico europeo. Tormenta programada que nos deja en El elegido, con el dúo de guitarras acústicas que sabe a gloria, recorriendo todo el tema: «El plan es llorarlo hasta que no duela».. Una calathea comienza con una perezosa guitarra acústica que acompaña el fraseo lírico, emocional y romántico, con el piano orgánico de Lorién Vicente y las percusiones+ programaciones en función de corazón. Reaparece el nutritivo violonchelo de Laura Sorribas en Estúpido. La reflexión que es el hoy comparado con el ayer, en previsión del mañana. Una manera de contar: «Lo nuestro es eterno mientras duró». La instrumentación mínima, que deja desprotegida a la voz o, más bien, le exige defenderse sin el eco de la sección rítmica, nos devuelve a un Copiloto que se reivindica como cantante desde el minimalismo. Haces magia, desnudez y pureza, una guitarra española tocada como el grosor de una rítmica, la magia es la conjunción de los cuerpos. No hace falta más. Es suficiente. El recuerdo deja en las puertas del presente, cuando llegamos hasta Amanezco, de nuevo solo voz y guitarra, no hay calma si no hubo primero tormenta, así la luz es diferente. Y el duelo, puede durar un siglo, pero ha terminado.. Un disco exigente, bravo. Un disco de madurez, porque cuando uno se ofrece tan desnudo, con las grietas y las fugas, sabe que no tiene disfraz ni artificio donde esconderse. Es lo que van a encontrar en este nuevo disco de Copiloto. Su disco definitivo.
Un disco de madurez y cinematográfico, lo nuevo de Copiloto
Almazán es Copiloto. Ha vuelto. No se marchó nunca. Revisó sus canciones clásicas. Dejó la electricidad. La retomó. De pronto lo encuentras con su guitarra española en una pose de calmado amanuense, como si el papel y el nailon fueran primos hermanos. No hay baterías. Es un pop de autor, una manera de convertir la producción en una compañera fiel, no es un decorado, no es el fondo, es la manera de que la melodía y el texto acompañen, vivan y respiren. Más un té que una cerveza, mejor un camino de piedras que el queroseno y el asfalto.. PortadaJaime Oriz. Los nueve temas de Interior/noche nos devuelven a un autor educado en el clasicismo sinuoso que se acerca al imaginario breve de los cantautores. Más allá del soniquete, el songwriters, desde la perspectiva anglosajona o, en este caso, me recuerda a figuras con Francesco Di Gregori o Fabrizio De André, que recogieron la herencia de Leonard Cohen y George Brassens, de Scott Walker y Milton Nascimento y la hicieron propia, suya, autóctona. Un mundo que va entre el cielo protector de Marruecos hasta las aldeas más íntimas del norte de Huesca (perdonen el oxímoron). El disco se abre con Contacto cero, con el piano de Lorién Vicente, que va a ser uno de los elementos más destacados del disco, con sus arreglos de juventud consolidada, más el farfisa de Óscar Cubero. Más Fito Páez que nunca, las vueltas en el aire nos dejan en La activista y el cónsul, uno de los temas fundamentales del disco, autorreferencial («los abrazos salvavidas») y sensual («desnudos»). Café y cuerpo de mujer. Cuerpo mezclado. Un tema de cotidianidad confesional con ukelele y Omnichord. Un guiño, claro, más que a los Jackson Five a los Willi Giménez & Chanela. Tú me entenderás. Por algo recibe por primera vez el violonchelo de Laura Sorribas, magnífico. Un texto con guiños hacia el bardo de Monreal, desde «ángeles con sexo» hasta el ruido de la mesa de la cocina, en el crujir de la pasión. De ti, Venecia, con la guitarra española de Copiloto y la aparición inusual de la eléctrica, es otro de los mejores temas del LP. Como un clásico europeo. Tormenta programada que nos deja en El elegido, con el dúo de guitarras acústicas que sabe a gloria, recorriendo todo el tema: «El plan es llorarlo hasta que no duela».. Una calathea comienza con una perezosa guitarra acústica que acompaña el fraseo lírico, emocional y romántico, con el piano orgánico de Lorién Vicente y las percusiones+ programaciones en función de corazón. Reaparece el nutritivo violonchelo de Laura Sorribas en Estúpido. La reflexión que es el hoy comparado con el ayer, en previsión del mañana. Una manera de contar: «Lo nuestro es eterno mientras duró». La instrumentación mínima, que deja desprotegida a la voz o, más bien, le exige defenderse sin el eco de la sección rítmica, nos devuelve a un Copiloto que se reivindica como cantante desde el minimalismo. Haces magia, desnudez y pureza, una guitarra española tocada como el grosor de una rítmica, la magia es la conjunción de los cuerpos. No hace falta más. Es suficiente. El recuerdo deja en las puertas del presente, cuando llegamos hasta Amanezco, de nuevo solo voz y guitarra, no hay calma si no hubo primero tormenta, así la luz es diferente. Y el duelo, puede durar un siglo, pero ha terminado.. CopilotoJaime Oriz. Un disco exigente, bravo. Un disco de madurez, porque cuando uno se ofrece tan desnudo, con las grietas y las fugas, sabe que no tiene disfraz ni artificio donde esconderse. Es lo que van a encontrar en este nuevo disco de Copiloto. Su disco definitivo.
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