La comedia de Lalachus se abrió camino en la libertad de aquel Internet que todavía era ingenuo y nos comunicaba con más risa que prisa. Las generaciones que pegaron el estirón en los noventa se veían identificadas con su capacidad de poner en valor recuerdos que otros menospreciaban.
En una sociedad que mira más lo que nos separa, Lala sacaba punta a lo que nos une. A esa felicidad de tiempos más despreocupados, en donde bastaba con torturar al robot Emilio e incluso flipar con un anuncio de los hipermercados Pryca. Aquel pegadizo spot versionaba, a su manera, la canción de Dolce Vita: «tú sabes vivir tu vida, tú sabes elegir, tú tienes fuerza, tú tienes Pryca».
Así nos fuimos sintiendo reconocidos en sus historias. En las de Lala, no en Pryca. Mientras otros señalaban con el dedo del esnobismo a los referentes audiovisuales de nuestra niñez y adolescencia, el humor de Lala hablaba de la cultura popular con la mirada abierta que no quiere que le arrebaten la imaginación desprejuiciada de cuando éramos pequeños. Y así ha llegado a copresentar con Ramón García ese Grand Prix que le acompañó en tantas noches de verano en las que no hacía falta nada más que un helado y la alegría de ver a otros pueblos que se caían igual que nosotros en la piscina.
El Grand Prix sigue siendo ese refugio para varias generaciones de españoles, que les conecta con la travesura de la ingenuidad infantil en donde lo importante solo era poder jugar, mojarse, pringarse y disfrutarse. La mirada al mundo de Lalachus atesora mucho de eso. Sin embargo, también este año ha podido descubrir cómo han cambiado las mismas redes sociales que nos permitieron conocerla, entenderla y empatizarla.
Ahora, da igual que su humor nunca se haya metido con nadie: dependiendo de con quién trabajes, algunos te meterán a la fuerza en una trinchera y te atacarán hagas lo que hagas, seas como seas. Y, sumidos en estos pensamientos tan simplificados que nos hacen altamente manipulables, este curso ha sido el de asociar a Broncano al «es de lo míos o es de mis enemigos». Lo que ha salpicado a la propia Lala en los disturbios del hate viral. Lo ha sufrido, pues nos fijamos más en lo que nos indigna que en lo que nos aporta. Pero que no nos contagien esos bullicios que son muy ruidosos en las redes pero que todavía, por suerte, no representan a la convivencia de nuestros barrios. Que no nos metan a presión en estrechos carriles mentales que, encima, reducen a personas a chivo expiatorio.
Lalachus sigue siendo de todos. Los mercaderes del odio podrán intentar atrincherarla con eslóganes instantáneos, eso es inevitable en la excitación de la crispación que nos rodea, pero su humor les traspasará con el tiempo al basarse en las emociones que perduran. Porque nace del costumbrismo emocional que todos vivimos, nos parezcamos mucho o poco. Así es capaz de enriquecer de igual forma al universo masculino de La Revuelta que la colorista plaza del El Grand Prix. Lalachus es la risa que ni depende de gritos ni de discordancias. Al contrario, su éxito ha crecido en su habilidad para apreciar las pequeñas grandes cosas que nos encuentran hasta cuando estamos perdidos. Toda una transgresión, en un planeta en el que son trending las cizañas de la desunión.
Lalachus ahora triunfa en El Grand Prix, el programa con el que creció.
La comedia de Lalachus se abrió camino en la libertad de aquel Internet que todavía era ingenuo y nos comunicaba con más risa que prisa. Las generaciones que pegaron el estirón en los noventa se veían identificadas con su capacidad de poner en valor recuerdos que otros menospreciaban.
En una sociedad que mira más lo que nos separa, Lala sacaba punta a lo que nos une. A esa felicidad de tiempos más despreocupados, en donde bastaba con torturar al robot Emilio e incluso flipar con un anuncio de los hipermercados Pryca. Aquel pegadizo spot versionaba, a su manera, la canción de Dolce Vita: «tú sabes vivir tu vida, tú sabes elegir, tú tienes fuerza, tú tienes Pryca».
Así nos fuimos sintiendo reconocidos en sus historias. En las de Lala, no en Pryca. Mientras otros señalaban con el dedo del esnobismo a los referentes audiovisuales de nuestra niñez y adolescencia, el humor de Lala hablaba de la cultura popular con la mirada abierta que no quiere que le arrebaten la imaginación desprejuiciada de cuando éramos pequeños. Y así ha llegado a copresentar con Ramón García ese Grand Prix que le acompañó en tantas noches de verano en las que no hacía falta nada más que un helado y la alegría de ver a otros pueblos que se caían igual que nosotros en la piscina.
El Grand Prix sigue siendo ese refugio para varias generaciones de españoles, que les conecta con la travesura de la ingenuidad infantil en donde lo importante solo era poder jugar, mojarse, pringarse y disfrutarse. La mirada al mundo deLalachus atesora mucho de eso. Sin embargo, también este año ha podido descubrir cómo han cambiado las mismas redes sociales que nos permitieron conocerla, entenderla y empatizarla.
Ahora, da igual que su humor nunca se haya metido con nadie: dependiendo de con quién trabajes, algunos te meterán a la fuerza en una trinchera y te atacarán hagas lo que hagas, seas como seas. Y, sumidos en estos pensamientos tan simplificados que nos hacen altamente manipulables, este curso ha sido el de asociar a Broncano al «es de lo míos o es de mis enemigos». Lo que ha salpicado a la propia Lala en los disturbios del hate viral. Lo ha sufrido, pues nos fijamos más en lo que nos indigna que en lo que nos aporta. Pero que no nos contagien esos bullicios que son muy ruidosos en las redes pero que todavía, por suerte, no representan a la convivencia de nuestros barrios. Que no nos metan a presión en estrechos carriles mentales que, encima, reducen a personas a chivo expiatorio.
Lalachus sigue siendo de todos. Los mercaderes del odio podrán intentar atrincherarla con eslóganes instantáneos, eso es inevitable en la excitación de la crispación que nos rodea, pero su humor les traspasará con el tiempo al basarse en las emociones que perduran. Porque nace del costumbrismo emocional que todos vivimos, nos parezcamos mucho o poco. Así es capaz de enriquecer de igual forma al universo masculino de La Revuelta que la colorista plaza del El Grand Prix. Lalachus es la risa que ni depende de gritos ni de discordancias. Al contrario, su éxito ha crecido en su habilidad para apreciar las pequeñas grandes cosas que nos encuentran hasta cuando estamos perdidos. Toda una transgresión, en un planeta en el que son trending las cizañas de la desunión.
20MINUTOS.ES – Televisión