Dicen que es la última folclórica. Pero, en realidad, Melody es hija de la grandilocuente televisión de los años 2000. Creció cantando «Las manos hacia arriba, las manos hacia abajo y como los gorilas uh-uh-uh» en aquellos platós gigantes de TVE que ya no existen. Con sus escenografías de cartón piedra, sin paredes de pantallas de leds repletas de proyecciones. A sus diez años, sí o sí debía llenar el espacio con la gracia de la sobreactuación gestual.. No es extraño que, desde entonces, haya naturalizado una expresividad forzada como único camino para transmitir bien las emociones por la tele. Y, claro, en directo nunca parece estar relajada: siempre está actuando. Incluso cuando no le toca actuar a ella. Lo hemos visto en su primera entrevista tras la controvertida rueda de prensa. Hasta cuando era el turno de jugar a descubrir si unas personas que aparecían por allí eran cantantes o impostores. En ese instante, el rostro de Melody quería comunicar tanto que, a la vez, no comunicaba nada. Como espectadores, hemos terminado siendo incapaces de descubrir lo que está pensando Melody. Si le horroriza el que canta bien o le entusiasma el que canta mal.. Ella está en modo intensidad porque sabe que debe aprovechar su oportunidad en cada segundo. Los focos a su persona. Y a eso ha ido a El Hormiguero. Es el programa de entrevistas de más audiencia de la televisión y, tras cumplir el compromiso de la rueda de prensa con RTVE, se ha ido a la competencia. Algunos pensarán que hay venganza por los comentarios que hizo David Broncano al quedar tercera por la cola de Eurovisión y declinar acudir a su programa para irse a su casa. Aunque, al ver a Melody en acción, su visita a Pablo Motos ha sido más una cuestión de supervivencia. Porque ella es una superviviente de la música. Y ha optado por el atajo de la máxima exposición. Con TVE en Eurovisión, con Trancas y Barrancas en Antena 3.. Su aparición en El Hormiguero ha sido colgada de un andamio. Se redimía de lo que no pudo hacer en Eurovisión: irrumpir en el escenario por el aire. De nuevo, cantó Esa Diva. Por si alguien no la había escuchado todavía. Después, promocionó El Apagón, su nuevo single. Más tarde, enseñó cómo hizo la pirueta final a Pablo Motos. La consumó junto a su bailarín, al que nadie se acordó de decir su nombre. Y, entre medio, la entrevista se podría resumir en «yo, soy artista».. Hasta cuando Motos le dice que si quiere dejar un mensaje final a la audiencia, Melody no relativiza, no rebaja humildad y empieza a soltar un discurso a su público. Es así. Es su gracia. Ella se dice a sí misma todo el rato que es artista. Pero, entre tanta autoreivindicación sin tregua, entre tanta postura y compostura, Melody hubo un momento que sonó transparente. Con voz más baja, reconoció que, en los prolegómenos del festival, solo se rió en las entrevistas. Justo lo que se valoró como virtud: el humor para disfrutar un concurso relativizando las opiniones ajenas y las tensiones internas. Ahora parece que le cuesta más. Ahora la risa también suena impostada. Tal vez porque siempre es duro despedirse de una oportunidad. Y, esta noche, con Pablo Motos, Melody se ha despedido de Eurovisión y nosotros de Esa diva.
Dicen que es la última folclórica. Pero, en realidad, Melody es hija de la grandilocuente televisión de los años 2000. Creció cantando el Gorila en aquellos…
Dicen que es la última folclórica. Pero, en realidad, Melody es hija de la grandilocuente televisión de los años 2000. Creció cantando «Las manos hacia arriba, las manos hacia abajo y como los gorilas uh-uh-uh» en aquellos platós gigantes de TVE que ya no existen. Con sus escenografías de cartón piedra, sin paredes de pantallas de leds repletas de proyecciones. A sus diez años, sí o sí debía llenar el espacio con la gracia de la sobreactuación gestual.. No es extraño que, desde entonces, haya naturalizado una expresividad forzada como único camino para transmitir bien las emociones por la tele. Y, claro, en directo nunca parece estar relajada: siempre está actuando. Incluso cuando no le toca actuar a ella. Lo hemos visto en su primera entrevista tras la controvertida rueda de prensa. Hasta cuando era el turno de jugar a descubrir si unas personas que aparecían por allí eran cantantes o impostores. Entonces, el rostro de Melody quería comunicar tanto que, a la vez, no comunicaba nada. Como espectadores, hemos terminado siendo incapaces de descubrir lo que está pensando Melody. Si le horroriza el que cantaba bien o le entusiasma el que cantaba mal.. Ella está en modo intensidad porque sabe que debe aprovechar su oportunidad en cada segundo. Y a eso ha ido a El Hormiguero. Es el programa de entrevistas de más audiencia de la televisión y, tras cumplir el compromiso de la rueda de prensa con RTVE, se ha ido a la competencia. Algunos pensarán que hay venganza por los comentarios que hizo David Broncano al quedar tercera por la cola de Eurovisión y declinar acudir a su programa para irse a su casa. Aunque, al ver a Melody en acción, su visita a Pablo Motos ha sido más una cuestión de supervivencia. Porque ella es una superviviente de la música. Y ha optado por el atajo de la máxima exposición. Con TVE en Eurovisión, y ahora en Antena 3.. Su aparición en El Hormiguero ha sido colgada de un andamio. Se redimía de lo que no pudo hacer en Eurovisión: irrumpir en el escenario por el aire. De nuevo, cantó Esa Diva. Por si alguien no la había escuchado todavía. Después, promocionó El Apagón, su nuevo single. Más tarde, enseñó cómo hizo la pirueta final a Pablo Motos. La consumó junto a su bailarín, al que nadie se acordó de decir su nombre. Y, entre medio, la entrevista se podría resumir en «yo, soy artista».. Hasta cuando Motos le dice que si quiere dejar un mensaje final a la audiencia, Melody no relativiza, no rebaja humildad y empieza a soltar un discurso a su público. Es así. Es su gracia. Ella se dice a sí misma todo el rato que es artista. Pero, entre tanta autoreivindicación sin tregua, entre tanta postura y compostura, Melody hubo un momento que sonó transparente. Con voz más baja, reconoció que, en los prolegómenos del festival, solo se rió en las entrevistas. Justo lo que se valoró como virtud: el humor para disfrutar un concurso relativizando las opiniones ajenas y las tensiones internas. Parece que ahora le cuesta más. La risa ahora también suena impostada. Tal vez porque siempre es duro despedirse de una oportunidad. Y, esta noche, con Pablo Motos, Melody se ha despedido de Eurovisión y nosotros de ‘Esa diva’.
20MINUTOS.ES – Televisión