Víctor Ullate, quien a lo largo de setenta años ha acariciado los escenarios de todo el mundo con sus puntas delicadas de bailarín, vive en un pueblo de Cáceres, en paz consigo mismo tras un periodo largo de reveses económicos y de salud. Es la paradoja de quien no conoció fronteras en su afán por enseñar el poder infinito de la danza y ahora se centra en pasear por el campo, tomar un café con los amigos en el bar de la plaza y, sobre todo, pintar.. El bailarín, maestro y coreógrafo (Zaragoza, 1947) es el alma del documental Ullate. La danza de la vida, que dirige la también zaragozana Elena Cid y que es candidato a la 39ª Edición de los Premios Goya. Este trabajo recopila en imágenes y testimonios la existencia de un hombre que hizo del ballet un género apenas conocido en España y creó una gran escuela de talentos que hoy siguen su estela voladora. Es, además, una resurrección para él, un estímulo que le recuerda que su sueño de bailar lo llevó a las nubes de la felicidad y del éxito.. Un cura le dijo a mi padre que bailar era una vida de perdición, pero él no prestó atención y me dijo ‘si quieres bailar, bailarás’. Con la pandemia y la crisis, el gobierno y la comunidad dejaron que mi escuela se deshiciera y lo que costó tanto se fue al garete. Llegó un momento en que tuve que vender absolutamente todo para pagar deudas. Pasé una depresión bastante gorda. En materia de danza, en España nunca ha habido nada y sigue sin haber mucho. Solo tenemos una compañía nacional y poco más. El mejor premio para mí habría sido poder mantener mi escuela y la compañía. No era para mí, sino para España
‘La danza de la vida’ resume la vida de este bailarín aragonés que descubrió un género apenas conocido aquí
Víctor Ullate, quien a lo largo de setenta años ha acariciado los escenarios de todo el mundo con sus puntas delicadas de bailarín, vive en un pueblo de Cáceres, en paz consigo mismo tras un periodo largo de reveses económicos y de salud. Es la paradoja de quien no conoció fronteras en su afán por enseñar el poder infinito de la danza y ahora se centra en pasear por el campo, tomar un café con los amigos en el bar de la plaza y, sobre todo, pintar.. El bailarín, maestro y coreógrafo (Zaragoza, 1947) es el alma del documental Ullate. La danza de la vida, que dirige la también zaragozana Elena Cid y que es candidato a la 39ª Edición de los Premios Goya. Este trabajo recopila en imágenes y testimonios la existencia de un hombre que hizo del ballet un género apenas conocido en España y creó una gran escuela de talentos que hoy siguen su estela voladora. Es, además, una resurrección para él, un estímulo que le recuerda que su sueño de bailar lo llevó a las nubes de la felicidad y del éxito.. Se lo preguntan en el documental: ¿Quién es Víctor Ullate?Soy una persona normal y corriente que amaba mucho la danza desde que era niño y que se convirtió en un bailarín, luego un maestro y luego un coreógrafo, un sueño. He tenido muchos contratiempos en mi vida. No ha sido fácil, pero la verdad, es que dedicarme a bailar mereció la pena, porque con tu arte endulzas la vida de los demás. Uno ha recibido muchos piropos, te halagan, y por eso merece la pena dar al público lo que tú sientes y percibes de ese arte tan maravilloso que es la danza.. ¿De qué contratiempos habla?En mi vida profesional he tenido el contratiempo de los accidentes. El primero fue en La Habana: en un calentamiento, hice un gran salto, me resbalé y me rompí una pierna. Sufrí una serie de problemas (rotura de ligamentos, desplazamiento de rótula…) que me implicaron tener que parar. Pero las cosas no vienen solas. Porque todo en la vida es un aprendizaje. Eso me sirvió para poder valorar lo que hacía. Sentía tanta necesidad de volver a bailar que transmitía algo especial, todo el mundo me lo decía. Como tienes la incapacidad física del dolor, eso te hace sentirlo y el público percibe ese amor que tú tienes hacia tu trabajo.. Un cura le dijo a mi padre que bailar era una vida de perdición, pero él no prestó atención y me dijo ‘si quieres bailar, bailarás’. ¿Cómo se pasa de la jota al pas à deux? No era frecuente que un padre de los de antes entendiera que su hijo quería ser bailarín. Mi padre lo consultó a un cura y este le respondió: «Es una vida de perdición». Le comentó una serie de cosas a las que mi padre no prestó atención, sino todo lo contrario. Mi padre dijo: «Si quieres bailar, bailarás». Mi madre también me apoyó, me hacía los chalecos para actuar en el Teatro Principal de Zaragoza, que es donde di mis primeros pasitos. Mis padres accedieron a ello, estaban muy orgullosos y siempre creyeron que su hijo iba a ser ‘un figura’. Esa confianza hizo que yo confiara en mí mismo y pudiera llegar a donde llegué. Al final, la satisfacción está en uno mismo.. El documental sobre Ullate está dirigido por Elena Cid.Cedida. ¿El folclore aragonés formó parte de esos comienzos?Mi padre primeramente me dijo que iba a empezar por la jota, y me explicó si tienes madera, continuaremos y si no, entonces ya veremos qué hacemos. Entonces no tanto, pero ahora me encanta la jota, cuando la veo bailar me entusiasmo. Pero yo quería bailar como Antonio el Bailarín. Había una profesora de ballet clásico en Zaragoza; yo no sabía ni qué era eso. Mi madre tuvo que buscar recomendaciones para que me admitieran en la escuela de María de Ávila, esa profesora que yo no conocía. Y así fue como a los cuatro años de estar allí, Antonio el Bailarín pasó por Zaragoza y se nos llevó a Carmen Roche y a mí con él. Hicimos una larga gira por Europa, América y eso me permitió ampliar mis conocimientos. Yo iba a estudiar con los mejores maestros, tanto en Londres como en Nueva York y en California. Allí tuve posibilidad de quedarme, pero era muy jovencito y necesitaba un certificado. Tenía necesidad de un tutor al ser menor de edad. Al poco tiempo pasé por Madrid y fui una tarde al Teatro de la Zarzuela, donde estaba la compañía de Maurice Béjart. Yo no lo conocía, pero lo vi con unos ojos enormes. Fui a él y le pedí que me dijera si podía llegar a algo.. Con la pandemia y la crisis, el gobierno y la comunidad dejaron que mi escuela se deshiciera y lo que costó tanto se fue al garete. Estuvo casado ocho años con Carmen Roche y tuvo dos hijos con ella. Además, adoptó a un tercero, Josué, que como el mayor, Víctor, es bailarín. ¿Qué les ha enseñado a sus hijos y qué le han enseñado ellos a usted?A Josué le vi en la Fundación que llevaban las monjas. Fui cogiéndole muchísimo cariño hasta que lo acogí y adopté. La verdad es que con mis dos hijos mayores, Víctor y Patrick, hubo sus más y sus menos, por temas personales. Yo volví de Canadá donde trabajaba, aunque estuve muy pocos meses. Me volví a Bruselas. Fue muy complicado porque echaba de menos a mis hijos. A Josué luego le di todo lo que no pude dar a mis otros hijos. Víctor es una copia de su padre, se parece muchísimo a mí, en carácter, en tesón, en fuerza de voluntad. En un momento dado, le dije que pensara no solo en bailar, sino en interpretar. A mí me habría gustado muchísimo haber hecho comedia musical, teatro. Me hizo caso y gracias a eso he vivido todos estos años disfrutando de él. Qué talento tiene, su forma de interpretación. Es un actor completo. Yo he aprendido en el sentido en que es todavía más completo que yo, que solo interpreté a través de la danza. Víctor ha formado recientemente un grupo de jóvenes talentos. Josué es muy talentoso, con muchísimas posibilidades y es muy inteligente. Vas aprendiendo de unos y de otros, conforme van creciendo y se van formando. Hay que tener mucha sicología, vas viendo qué les puede beneficiar para que eso no sea una reprimenda, sino un halago. A todos mis alumnos me gusta poder haberles dado confianza en ellos mismos. Para mí, todos han sido como hijos míos. No me he privado en decirles nada. Quiero que seáis mejores que yo. Quería que España tuviera una escuela muy buena, como las mejores de Europa: con bailarines de la talla de Lucía Lacarra, Joaquín de Luz, Tamara Rojo, Igor Yebra… infinidad de bailarines que han salido de ese estudio y que ahora son talentos de la danza y hacen cosas muy interesantes en el mundo. Por eso, cuando el gobierno español y la comunidad dejaron que mi escuela se deshiciera, porque venía una pandemia, había una crisis económica… eso que costó tanto trabajo, se fue al garete.. Llegó un momento en que tuve que vender absolutamente todo para pagar deudas. Pasé una depresión bastante gorda. Ese hecho, el cierre, fue un punto de inflexión en su trayectoria.Yo había avalado muchísimas cosas con mi patrimonio. Pero había tantas deudas, todo lo que había que pagar, que tuve que vender absolutamente todo, el estudio, todo, para pagar todas las deudas que tenía. La compañía había funcionado durante 33 años a base de mucho esfuerzo. La comunidad estuvo ayudándome, pero últimamente el presupuesto anual ya no daba. La verdad es que ya llegó un momento en que era imposible mantenerla. Pero los éxitos han estado, todo el mundo conocía la compañía Víctor Ullate. Ojalá hubiese sido una compañía nacional, yo no habría estado como avalador. Llega un momento en que todo se cayó encima de mi persona. Ahora vivo en la provincia Cáceres, jubilado y estoy muy feliz, he estado cinco años apartado de la danza y no quería saber nada, ver nada. Pasé una depresión bastante gorda y no quería volver a vivir esos momentos. Por eso, este documental me ha hecho revivir, tener ilusión, ver que me han reconocido un trabajo. Que no ha sido en vano.. Ullate interpretando ‘El pájaro de fuego’.Cedida. A pesar de todo, ¿sigue siendo su sueño bailar? ¿Qué otros deseos alberga a sus 77 años?Bailar se puede bailar hasta que se pueda, porque lo haces con tu espíritu, siempre está ahí, por el amor hacia la profesión. Estoy ahora en un momento muy tranquilo. Estoy haciendo cosas que no podía hacer antes. Con la vida que llevaba no tenía ni un momento para mí. Lo que me encanta, ahora y siempre, es la pintura, estoy pintando, me paso horas al día. Me evade de mí mismo, lo disfruto como lo hice con la danza. Con esto último estaba seguro. Con la pintura, no me he dedicado, soy autodidacta y me hubiera gustado tenerla como profesión. Pinto bailarines, paisajes… muchas veces lo que me sale de dentro.. En materia de danza, en España nunca ha habido nada y sigue sin haber mucho. Solo tenemos una compañía nacional y poco más. ¿De quién aprendió más en su vida artística?Empecé con María de Ávila. Yo quería bailar flamenco y ella me convirtió en un bailarín clásico. Ese trabajo de base se lo debo a María de Ávila. Luego he tenido maestros como Antonio Ruiz Soler (Antonio el Bailarín). Simplemente viéndolo bailar ya aprendía. Maurice Béjart, que fue un genio del siglo pasado, José Parés, Denia Martínez… Sus conocimientos me han servido para poder enseñar a otros después, transmitir también aquello que salía de mi interior, vas teniendo tu propia cosecha, tus gustos.. ¿En qué orden pasional pone estos oficios: bailarín, coreógrafo y maestro?Bailarín no puedes ser a todas las edades. Lo puedes hacer hasta los 40 años, luego pierdes esa energía. Entonces es mejor que lo dejes y te dediques a otra cosa. Hay quien hace otras cosas dentro de esta profesión (escenografía, coreografía, enseñanza, iluminación…). Yo me sentía muy seguro como maestro y decidí iniciar mi vocación como maestro. La vida no dejas nunca de aprender. Todo puedes ponerlo por positivo y no en negativo, en lugar de decepcionarte. Si tienes que cambiar, cámbialo, pero intenta hacerlo cada vez mejor. He sido el mayor crítico de mí mismo y no me he permitido ciertas cosas. Por eso hice una compañía y fue bonito. En España nunca ha habido nada y sigue sin haber mucho. Solo tenemos una compañía nacional y poco más. No es como Alemania que en cada ciudad tiene su ballet, su teatro de ópera. Son teatros, no fantasmas, teatros con gente, con artistas. Lo bueno es que los bailarines que terminan su carrera puedan quedarse en su país, porque todo el mundo está deseando quedarse.. Nacho Duato participa en este documental.CEDIDA. ¿Y cómo ve las cosas actualmente?No hay amor al arte aquí y cada vez va a peor. Es verdad que no falta entusiasmo, pero lo que falta son compañías. Tiene que haber dinero, ayudas, no hay tanto loco como yo. Eso es una cuestión del gobierno. Tiene que ofrecer ayudas e interés por la cultura, por la danza, la música, nuestro folclore, que es maravilloso. Que la gente no tenga que empezar y tenga que parar. La educación es también muy importante. O te la inculcan o no te la inculcan de niño. Si te llevan a museos, a sitios donde puedas aprender… para que tú puedas completar tu vida con eso. Es como soñar despierto, es un bálsamo para el espíritu y para el corazón, algo que necesita el ser humano.. El mejor premio para mí habría sido poder mantener mi escuela y la compañía. No era para mí, sino para España. Si tiene que elegir el mejor momento de su carrera, ¿con cuál se queda?He tenido muchos y buenos momentos y maravillosos. Los malos vamos a dejarlos a un lado. Por ejemplo, hace dos semanas, mi ciudad me hizo un homenaje precioso y me dio la medalla del mérito a las artes. Estaba todo el mundo, todos mis amigos, mi familia y viví momentos muy bonitos. No tengo palabras con que agradecer a mi tierra, la ilusión y vivir esas horas. El mejor premio hubiese sido haber mantenido la escuela y la compañía. Eso no era para mí, era para España. He sido muy patriota. Pero por desgracia no fue así. Tengo un público fantástico en España que me adora y al que yo adoro. De hecho, con el documental lo estoy percibiendo. Donde se estrena la gente sale emocionada y muy tocada. Eso es bueno para esa generación de niños que quieren enseguida llegar a las cosas y que tienen que saber que las cosas han de llegar a su tiempo. Así es como se consolidan y se mantienen mucho tiempo. El entusiasmo, la ilusión, seguir día a día… eso te hace fuerte, generar una fuerza que te servirá toda la vida.. ¿Es confortable sentirse querido o resulta adulador?Espero que me recuerden no como Víctor Ullate, sino como uno más. Cuando cambias de lugar… tengo amigos aquí, que viven cerca de aquí, soy feliz tomando un café con ellos. El día a día es precioso, más cuando tienes una edad. Como tuve que cortar de una manera tan fulminante, tan brutal y cruel, me dije o bien o cambio o bien me derrumbo. He luchado y lo que he tenido es que elegir ser feliz de una forma o de otra. Este documental es, sobre todo, que cuando no entiendes una cosa te envuelve la danza. Muchos me lo han dicho, que no me conocían en este aspecto. He transmitido tal devoción que a partir de ahora quieren ver más danza. Es lo que hace falta, que vaya mucha gente y que a través de él las nuevas generaciones puedan tener un público respetuoso. Doy gracias a la vida y a ese dios que existe, que ha hecho que yo pudiese hacer de mí aquello que con lo que me ha hecho feliz; que me ha costado, pero cuando he estado en escena, ha sido mi momento y nadie, nadie, nadie me lo ha quitado. Lo he disfrutado yo y los que me estaban viendo.. Mónica Cruz también participa en este trabajo.CEDIDA. Ha tenido problemas recientes de salud. ¿Cómo se cuida actualmente?A raíz de las vacunas anti-COVID yo he tenido durante los tres últimos años muchos problemas. A la semana de ponerme la vacuna tuve varios coágulos en las arterias, me tuvieron que intervenir, tenía una insuficiencia cardiaca y fibromialgia reumática. Ya estoy saliendo, afortunadamente, me ha ayudado mucho el hospital Carlos III de Madrid. He dejado esas pesadillas que he tenido durante muchos años. Seguiré pintando, paseando, leyendo, escuchando música, rodeado de amigos… Cuando te pasa algo así, ahí ves a tus amigos y a los que no han sido amigos. Víctor Ullate ya pasó. Quiero disfrutar de lo que me queda porque feliz se puede ser de muchas maneras. El caso es tener salud.*El documental se podrá ver en los cines Embajadores de Madrid el domingo 8 de diciembre a las 12h, con un coloquio entre Víctor Ullate y Elena Cid/ En los cines Verdi de Madrid el martes 10 de diciembre a las 11,30h y a las 18,15h (también con un coloquio entre protagonista y directora)/ Y en Barcelona en los cines Verdi, el martes 10 de diciembre, a las 11,30h y 18,15h.
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